martes, 8 de abril de 2025

2 de Abril: Día del Veterano y de los Caídos en la guerra de Malvinas

 


Lectura con 7° A y B

El Día Que en Madryn Se Acabó El Pan 

 Federico Lorenz



El 19 de junio de 1982, la ciudad chubutense vivió un episodio histórico cuando miles de vecinos recibieron a los combatientes con alimentos y abrazos.


El 19 de junio de 1982, Puerto Madryn se convirtió en escenario de uno de los momentos más conmovedores del regreso de los soldados argentinos tras la Guerra de Malvinas. En esa fecha, 4.136 combatientes llegaron a la ciudad a bordo del buque británico Canberra, después de haber sido prisioneros en las islas.

Aunque el plan original de las autoridades era que el desembarco pasara desapercibido, la solidaridad de los vecinos cambió el curso de los acontecimientos. Apenas descubrieron que los camiones estaban llenos de soldados, la gente salió a las calles a recibirlos con aplausos y vítores, desafiando cualquier protocolo establecido.

Uno de los hechos más recordados de aquella jornada fue que las panaderías de la ciudad se quedaron sin pan. Al notar que los soldados llegaban con hambre, los habitantes les ofrecieron todo lo que tenían a su alcance, incluyendo frutas, galletitas y pan.

Las panaderías entregaron todas sus reservas, y con el correr de las horas se quedaron sin harina para seguir produciendo. Este gesto de generosidad se convirtió en un símbolo del cariño y la gratitud de la ciudad hacia los combatientes.

La emotividad del reencuentro quedó plasmada en abrazos, llantos y relatos conmovedores. Muchos vecinos invitaron a los soldados a sus hogares, les ofrecieron comida caliente y acceso a teléfonos para que pudieran comunicarse con sus familias.

Aquel episodio marcó profundamente a la comunidad y con el paso del tiempo se convirtió en parte de la memoria colectiva de Puerto Madryn. En 2016, mediante la Ordenanza N° 9449, se estableció el 19 de junio como el “Día en que Puerto Madryn se quedó sin pan: por la solidaridad y gratitud de los vecinos”.

Hoy, la ciudad sigue recordando aquel día a través de relatos, monumentos y murales que mantienen viva la historia de uno de los gestos de solidaridad más grandes de la posguerra.

3155 o El número de la tristeza


Lectura con 7° A y B  
En conmemoración del Día de la Memoria, con un fragmento del cuento “3155 o El número de la tristeza” de Liliana Bodoc

       Por decreto Nº 3155, publicado el 13 de octubre de 1977,
       fue prohibida la distribución, venta y circulación de un libro
       para niños. Dicho de otro modo, amordazaron a un elefante.

Y hubo una madre.
La mía. Ella era asustadiza. Mala, no. Asustadiza. Esa tarde entró a mi dormitorio y se puso a revolver los estantes.
-¿Dónde se metió? -decía para sí misma.
-¿Qué buscás? -pregunté.
-Ese libro que te regalaron para el cumpleaños. ¡El del elefante!
Sabía que mi mamá no podía estar buscando el libro para leerlo, porque siempre tenía cosas mucho más importantes que hacer. ¡A ver si iba a perder el tiempo con tonterías!
Entonces, ¿para qué lo buscaba?
-¡Acá está! -dijo. Y miró al elefante de color violeta y pantalones rayados como si estuviese frente al demonio.
-¿Para qué lo querés? -pregunté.
Ella me respondió mientras se iba, por eso pensé que no había entendido bien. No pudo haber dicho “para quemarlo”. No pudo haber dicho eso. La alcancé en mi cocina y volví a mi pregunta.
-¿Para qué, mamá?
Se dio vuelta y me miró con expresión severa.
-Para quemarlo, Mariana. Para quemarlo.
Antes de preguntar alguna otra cosa, necesitaba entender. Y la verdad, yo no lograba hacerlo. Mi mamá se detuvo apenas en una explicación.
-Lo prohibió el gobierno. No se puede tener en casa ni en la escuela. ¡Mucho menos leerlo! -y agregó-: No me explico cómo tu tía te regaló una cosa así.
-Es lindo -le dije. Hay muchos animales que quieren volver a ser libres…
-¡Ni me hables!
Mamá buscó los fósforos, en los que tres patitos se alineaban en formación estricta, y caminó hacia el patio. Yo fui detrás. Era tan evidente su determinación que ni siquiera me atrevía a pedirle que no lo hiciera. ¿Por qué prohibían un libro? A lo mejor contagiaba alguna enfermedad. Me pasé las manos por la pollera.
Mientras tanto, mi mamá había puesto el libro en un fuentón de aluminio. Me gustaría decir que le temblaron las manos, pero la verdad es que no fue así. Ni las manos ni los ojos. Más bien me pareció que se sentía importante. Miró su obra durante un rato, y se fue. Una frase del cuento me vino de pronto a la cabeza.
-¿Qué disparate es este? ¡A las jaulas! -y los látigos silbadores ondularon amenazadoramente.




La historia se hace ficción I
Textos de Liliana Bodoc, Federico Lorenz, Hinde Pomeraniec, María Inés Falconi, Mario Méndez y Ana María Shua.
Kapelusz Editora, Grupo Editorial Norma, Serie Narrativa Histórica, 2016.